"Esta obra nació de una sonrisa y una pregunta: ¿qué pasa si la iluminación simplemente está en el armario de la cocina? Al colocar un producto de limpieza cotidiano junto a un ícono espiritual, quería difuminar la línea entre lo sagrado y lo doméstico.

El Buda se sienta allí tranquilo, impasible, mientras Dreft eucalipto promete ‘extra higiene’. Pero, ¿qué se está limpiando aquí en realidad? ¿Las superficies — o el ego? La composición juega con el contraste: consumo frente a contemplación, publicidad frente a ritual.

El fondo al estilo Mondrian refuerza esa tensión. Es elegante, occidental, racional. Dentro hay una figura que precisamente está soltando. Y luego esa botella — grande, presente, casi absurda.

‘Buddha Dreft’ no es una broma, pero tampoco un sermón. Es una invitación a mirar, a sonreír y quizás a detenerse un momento ante la pregunta: ¿qué estamos intentando limpiar realmente?”