“Esta obra es una peregrinación visual. El pergamino que se despliega no es solo papel, sino un camino de memoria y conciencia. He entrelazado paisajes tradicionales de Asia Oriental con simbolismo moderno para representar el viaje del alma—del terrenal al etéreo. Las figuras con vestimenta clásica no son solo caminantes, sino portadores de sabiduría, viajeros entre mundos. Los cuatro campos de color sobre el paisaje simbolizan los elementos de transformación: blanco por pureza, azul por percepción, rojo por fuerza vital, negro por lo desconocido.

Aquí he intentado construir un puente entre el silencio contemplativo de Oriente y la energía abstracta de Occidente. La cuadrícula debajo del pergamino es la matriz de nuestro tiempo moderno—un recordatorio de que incluso en un mundo digital, la mente sigue buscando significado.”**