"Esta obra es una meditación visual. Quería capturar un momento en el que el viaje es más importante que el destino. Las coloridas baldosas simbolizan las emociones y experiencias que encontramos en el camino— a veces cálidas, a veces frías, a veces caóticas, pero siempre parte del camino.

La figura que camina hacia el templo es pequeña, casi perdida en la grandeza del paisaje. Eso es intencional: es una reflexión sobre cuán insignificantes podemos sentirnos ante lo desconocido, lo espiritual, lo sublime. Sin embargo, sigue adelante. Eso es valentía.

Las líneas verticales a cada lado son como recuerdos o pensamientos— a veces claros, a veces borrosos. Acompañan, pero también obstaculizan. ¿Y el templo? No está allí como un punto final, sino como una invitación a la introspección. No es un edificio religioso, sino un espacio interior.

El cielo, con su transición de cálido a fresco, es el tiempo mismo. Quizás sea la mañana, quizás la tarde. Quizás sea ambas. Porque en este mundo, el tiempo es fluido, al igual que el significado.

Lo llamo ‘Donde la forma desaparece’, porque el silencio no es la ausencia de sonido, sino el momento en que todo converge: color, forma, sentimiento y significado.”_