"Esta obra es una oda a la imaginación y al arte del plegado. Quería crear un mundo donde las raíces no provienen de la tierra, sino de una torre de piedra—como si la naturaleza misma estuviera haciendo una broma. Las raíces están plegadas como origami, al igual que el conejo: un guiño juguetón a cómo podemos evocar algo vivo con papel.

El conejo no está sentado allí sombrío, sino curioso. Quizás sueña con un salto hacia arriba, o espera a que las raíces bajen por sí solas. Todo está estilizado, pero nada es serio.

Los colores son alegres y contrastantes: naranja, verde, negro—una paleta que guiña a la maravilla infantil. La obra está destinada a hacerte sonreír, a escapar brevemente de la lógica y simplemente disfrutar de un mundo donde las raíces crecen de piedra y los conejos son de papel."